Raquel busca su sitio
“Raquel busca su sitio” es, de lejos, la mayor injusticia que ha cometido Televisión Española jamás. En la temporada 1999-2000, TVE contrató a todos los actores disponibles de la lista y se lanzó a crear una serie que calaría hondo en los corazones de los teligiosos españoles. Aunque fue la primera edición de Gran Hermano la que se llevó el gato al agua.
No soy consciente de haber visto en su momento los 25 capítulos de los que consta la serie, entre otras cosas verbigracia al departamento de programación de TVE y su tendencia al libre albedrío y la nocturnidad. Gracias a las almas caritivas que poblan Internet, ahora la he podido ver entera. No os voy a engañar, la serie es de lo mejor que se ha hecho en este país, pero los capítulos se hacen más largos que un día sin pan. Hasta que en España no se empiecen a respetar los tiempos y los horarios, vamos a seguir teniendo una televisión bananera. Una sitcom no dura 50 minutos y un drama, por descontado, ¡no puede durar 1h15 minutos!
“Raquel busca su sitio” narraba las peripecias de Raquel (una Leonor Watling debutante), que aterriza en Madrid con una carrera de Trabajo Social y ninguna experiencia laboral. Allí se topa con el típico centro social enrollado plagado de personajes que necesitan y merecen (por supuesto) ser ayudados. Ineludiblemente hay un hombre, Manuel (Nancho Novo), de quien se enamora, pero este esta prometido con Quela (Cayetana Guillén Cuervo), la directora del centro. Y después está David (Javier Albalá), ex-amigo de Manuel, enamorado de Quela y después de Raquel. Resumiendo: tenemos folleteo en la oficina.
Dejando de lado el hecho de que nunca entenderé como Nancho Novo puede ser considerado como el galán arrebatador en ningún lado, el elenco actoral de la serie era inmejorable. El guión era bastante digno y aunque las tramas eran altamente previsibles y azucaradas, no se podía esperar menos de una serie centrada en el mundo de la asistencia social. Maltratos, inmigración y menores con problemas, poblaban el día a día de estos jipis llenos de alegría y amor al prójimo.
Una de las novedades más destacables de esta serie fue su uso de la música. La maravillosa canción de cabecera, “Raquel” de David Broza y Jorge Drexler, se coló para siempre en mi vida. Al final de cada capítulo un cantante diferente re-interpretaba la canción a su manera en el bar habitual de la serie, pero no era algo metido con calzador, al más puro estilo de la factoría Spelling, si no que era algo escueto y bonito mientras danzaban los títulos de crédito.
Una gran serie que pudo haber sido y es en el corazón del teligioso ortodoxo patrio. No os diré que es una serie imprescindible y que ya os podéis poner a verla si no queréis arder en el infierno teléfilo. Fue una serie imprescindible en su momento. Uno de esos momentos brillantes que Televisión Española tiene una vez cada década.