Sí, me gusta Cuarto Milenio, ¿y qué?
Los domingos por la noche no sé qué me da más miedo, la mirada calavérica de Moritz (grrrrr – escalofrío) o las pájaras mentales de Iker Jiménez… aunque como la carne es débil y mis neuronas aún más, nunca me he podido resistir al efecto Iker. Es oírle y quedarme enganchada, joder, casi hasta hiptnotizada, lo cual no es fácil, teniendo en cuenta mi alta capacidad de dispersión y mis distorsionados referentes morales.
Pero es que no puedo evitarlo, yo me planto ahí a lo Scully en sus mejores tiempos, dispuesta a no creerme nada de lo que diga el coleguita Iker, pero llega el tío con ese tonillo de ultratumba, esas imágenes verdosas, esas fotos pixeladas y, sobre todo, esos colaboradores/expertos con pinta de trasnochados sin cuarto de baño (por no hablar de Carmen Porter), y toda mi entereza va a parar al retrete camino del antiguo cementerio sobre el que seguro está construida mi casa.
Porque claro, esta desviación mía no me ha llevado a ser más valiente, al contrario: confundo las lucecillas del vídeo con mensajes terroríficos del más allá, sospecho muy seriamente que el vecino nuevo es en realidad el niño de Tordesillas y creo que necesito un exorcismo como consecuencia a mi última visita al castillo de la Santa Tranca de don Modesto.
En fin, esta noche, si hay tormenta, me subo al tejado desnuda y grito tres veces “Verónica”, a ver si un rayo abre un gusano temporal y me teletransporta a Neptune.
Eva, para vos, reina.