Saltando tiburones
De un tiempo a esta parte vengo observando el comportamiento de algunos televidentes.
Ahora está más de moda ver tele que antes, eso sí, no la tele convencional, si no bajarse las series americanas. Eso es lo que mola. Las series se han convertido en pequeñas películas por entregas que extienden semanalmente el placer del espectador por una historia que le gusta. Son como dosis de droga que las cadenas son conscientes que enganchan, si no, de qué esos cliffhangers, esas especulaciones, esas Lost-Experiences y la madre que parió al Comic-Con. Eso sí, aunque las majors sepan que están admisitrando dosis de drogas cual camello digital, está en los espectadores la decisión de como admisitrar ese pico.
Los más abnegados y/o hype (a la última, vamos) se bajan los capítulos religiosamente, semana tras semana, para estar al día de todo lo que pasa en sus series favoritas. Otros son capaces de esperar y darse el placer de inyectarse temporadas enteras y hasta series enteras de una tacada, a lo loco, sin tener en cuenta ni las sobredosis ni las consecuencias. Yo, y puesto que no soy conocida por mi paciencia, me encuentro en este último grupo de enfermos terminales que son capaces de ver todas las temporadas seguidas de «El Ala Oeste de la Casa Blanca» o pasarse una semana entera viendo casi exclusivamente «Las Vegas«. Sí hermanos, la drogaína es muy mala.
A «Lost» tenemos que agradecerle muchas cosas y, sobre todas ellas, el hacer llegar el fanatismo por las series al gran público. Ella abrió la puerta a otras muchas que vinieron después y ella solita se está cargando su propio fenómeno. Igual que las tensiones sexuales, las intrigas e incógnitas tienen un límite en la capacidad de aguante del espectador y es verdad que «Lost» ha jugado demasiado con nosotros pero oigan, acepten que es un juego y se divertirán más. Porque últimamente me parece que todo el mundo está binóculos en mano, dispuesto a ver la aleta del tiburón por todas partes. Ahora todo hijo de vecino se ha convertido en experto analista del auge/caída de una serie y yo os pediría, por favor, un poquito de paciencia y sensatez.
Me fascina oír a gente, por ejemplo, diciendo que «Heroes» está empezando a ser floja. Cierro la boca tras el asombro y exclamo: ¡Pero si sólo llevan 14 capítulos! Ni una temporada completa, por el amor de diox. Evidentemente no es lo mismo esperar una semana para ver ese capítulo genial que tanto anunciaban y que después te decepcione, que ver un capítulo tras otro y, si uno ha sido más flojito, te pones el siguiente que seguro que será mejor. Pero seamos sensatos hermanos, aún les queda mucho camino que recorrer y ya tendrán tiempo para hostiarse y decepcionarnos a todos. No avancemos acontecimientos.
Mi pasión por la televisión no se limita a una simple afición. Para mí la televisión es un arte, un todo que engloba todas las disciplinas, componentes y contenidos varios. Todo lo que la rodea es susceptible de captar mi interés. No le negaré una oportunidad a nada aunque, al final discriminaré unos productos por encima de otros, pero eso no será porque no se lleva, porque lo a dicho Ausiello, la del blog de la esquina o la abuela que fuma. E igual que se respeta a los que se dedican en cuerpo y alma a pintar paredes, a cocinar rodaballo o a hacer pompas de jabón gigantes, debe respetarse de igual modo a los que consagran sus existencias a este apasionante mundo de la llamada caja tonta. – So say we all!
Hace demasiados días que le estoy dando vueltas a este post, que no para de hacerse más y más grande cada día que pasa gracias a, por ejemplo, artículos zafios como este de El Descodificador. No quería caer en la misma trampa que ha caído todo el mundo de cargar contra él por cuatro sandeces mal pensadas que ha plasmado hoy en su blog de “El Mundo”, pero es que me dan ganas de ir a buscarle e invitarle a un café – es broma, pagaría él-.
La verdad es que me viene al pelo para comentar algo que no sabía como colocar aquí. Estoy harta de los bocazas. Gracias a los dioses de Kobol, la televisión es un bien accesible a todos los públicos y, por eso todo el mundo se ve capaz de opinar sobre ella. Me perdonaréis, pero estoy hasta los mismísimos de ser políticamente correcta. Seamos sinceros, la gente que no es capaz de razonar y emitir un juicio con cierto fundamento y reflexión, así que,por favor, pasen y vean, pero no opinen. ¿Acaso me han visto a mí divagar sobre el bosón de Higgs o las cadenas de proteínas? ¿A que no? Pues porque no tengo puta idea y aunque la tele sea algo que está al alcance de todo el mundo, creo firmemente que hay gente que sabe más que otra. Y sí, yo sé más que mucha gente. A tomar por saco la falsa modestia.
Y mira, en lo de los spoilers no pienso ni entrar, porque es una soplapollez que me tiene ya contenta. Si bien es verdad que esta web no se caracteriza por lanzar spoilers ni comentar los últimos capítulos de las series más in, está claro que en su casa todo el mundo hace lo que quiere, así que no me venga con historias de que si esos malvados «espantaseries» que me amargan la vida y me desvelan el final de mi serie favorita. Deje de lloriquear, hombre. ¿Acaso voy yo a su casa a insultarle? Pues no venga a la mía a ponerme los pies en la mesita del té, narices.