Jem y las Hologramas
Igual que hago ahora, cuando era pequeña me gustaba todo lo que hacían en la tele. Mi madre se acostumbró a que yo hacía cualquier cosa delante de la tele. Ya fuese hacer los deberes, pelar patatas o hablar sobre la situación de los ayatolás en Irán. Mis gustos no eran tan refinados como lo son ahora, pero ya sabía apreciar lo que era bueno. “Jem y las Hologramas” era una serie que me encantaba. No me gustaba por las verdades de la vida que me enseñaba si no porque, antes de querer mangonear y dominar el mundo yo quise ser estrella del Rock’n’Roll.
La serie fue originalmente concebida por Hasbro para comercializar su nueva línea de juguetería pero rápidamente se vio el potencial de la serie y se incluyeron tramas más complejas y curradas. Del mismo modo fue una serie novedosa en el tratamiento de la música, pues cada capítulo incluía un clip musical de un minuto, potenciando el concepto MTV, que estaba empezando a ser muy popular en los años ’80. Jem era la más molona de la ciudad y en USA se hizo muy popular el slogan “Be a Jem girl”. Y nosotros aquí cantando “Mama, Chicho me toca”.
Jem era el alter ego de Jerrica Benton. Jerrica, qué nombre más bonito. Casi nadie sabía que tocándose un pendiente Jerrica, la dueña de Starlight Music podía convertirse en la super estrella Jem, la cantante más famosa del país. Y os preguntaréis, ¿con un pendiente? ¿Te has fumado algo, Amparo? Pues sí, queridos, a parte de un pendiente poderoso, Jerrica también tenía una holograma amiga, Synergy, quien la ayudaba en su tarea de salvar al mundo de las pérfidas manos de los desalmados matapobres. Podía convertirse en Jem tan sólo tocando su pendiente en forma de estrella y diciendo «Showtime, Synergy«.
Porque no olvidéis, que en los años ochenta, a parte de las drogas y el zorrerío también se llevaba mucho todo aquello del «We are the world, we are the children«. Y, claro, cuando el padre de Jerrica muere, porque los héroes tienen que ser huérfanos, a parte de dejarle en herencia la dirección de Starlight Music, también deja a su cargo un horfanato para niñas, donde las Hologramas hacen el bien por doquier.
Pero claro, una vida tan pirulacha tiene que tener su luces y sus sombras y Jerrica sufría mucho ocultando su doble identidad. Sólo las Hologramas saben que Jem es realidad Jerrica. Bueno, las Hologramas y el Presidente de los Estados Unidos. Faltaría plus. Lo más fuerte es que no lo sabe ni su propio novio, Río Pacheco (ole nombre, con un par), que, para más inri, está enamorado tanto de Jerrica como de Jem.
Las archienemigas de las Hologramas son las Misfits, con la malvada Pizzazz al frente. En la mayoría de los episodios las Misfits provocaban algún tipo de sabotage en los planes de las Hologramas, capitaneadas por su malvado manager, Eric Raymond, ex-socio traidor del padre de Jem. Aunque claro, no olvidemos que, por muy asquerosas que fuesen, en los ochenta todos los malvados tenían su momento redentorio y, en el capítulo final, las Misfits y las Hologramas hacían las paces.
Lo que realmente molaba de la serie, a parte de esas caras maquilladas a lo Kiss, eran sus canciones. Se editaron varios cassettes con la música de la serie, aunque la mayoría se comercializaron junto a las muñecas. Por motivos de trabajo, puede ser que en breve tenga acceso a la serie completa y, aunque sé que me voy a pillar un sarpullido de tres pares de narices, Jem siempre estará en mi corazón como esa gran rock’n’rollera filántropa. Para recordarla como se merece, os dejo un link donde podréis adquirir merchandising de la serie, pues existe una fanbase impresionante. Se admiten regalos, que quede claro.
Ahí va uno de los maravillosos videoclips:
Uno más, y otro, y otro. Y uno de las Misfits Me encantaaaaa.