Moonlight o el vampiro humanitario
Llevo semanas enganchada a una serie lamentable. Es tan tremebunda que no puedo dejar de verla. “Moonlight” me tiene enganchada a pesar de ser una mierda pinchada en un palo.
“Moonlight” se basa en todos los tópicos más manidos del mundo de los vampiros y los traslada a nuestra aséptica era. Por supuesto, nuestro protagonista, Mick St. John, es un vampiro bueno, que no pretende la extinción de la raza humana si no vivir en armonía con sus semejantes y conseguir la paz en el mundo. Bien por Mick. Además es investigador privado, con capacidades olfativas asombrosas, ética y valores. Mira si es bueno que no muerde a nadie, si no que se inyecta la sangre en vena. Y es que él no quiere olvidar lo que es ser humano, porque él no quería ser vampiro, pero una mujer muy mala muy mala (infumable Shannyn Sossamon) le convirtió así de soslayo y desde entonces vive atrapado entre dos mundos.
La serie está hecha de manera más bien chusca y los guiones no son muy elaborados, pero tiene algo que me fascina. Supongo que será ese toque cándido, casi adolescente, del vampiro bueno enamorado irremediablemente de la chica humana. Aunque, para dotar a la serie de ese halo de ligereza tuvieron que hacer algunos cambios. De hecho cambiaron hasta al apuntador, siendo Alex O’Loughlin (Mick St. John) el único de los protagonistas que permaneció en nómina. Tras estos cambios, ni la crítica ni la audiencia ha acogido con pasión a “Moonlight”. No me extraña nada. Lo único que resaltaron es la interpretación de Jason Dohring como poderoso y viejo amigo vampiro de Mick. Tampoco me extraña, máxime cuando sigue explotando su papel de cabrito encantador.
Beth Turner (Sophia Myles), el amor intocable de Mick es una periodista de un medio digital (qué del siglo XXI) que, casualmente, acaba investigando los mismos casos que Mick. Casualmente, la mayoría de los altercados que suceden en Los Angeles son debidos a las intervenciones sangrientas de los vampiros. Aunque esta comunidad descafeinada queda muy lejos de los baños sangrientos de Blade.
Cuando los de la CBS decidieron darle la vuelta a ese piloto tan insustanciado, entre otras cosas contrataron a David Greenwalt, co-creador de “Angel” junto a Joss Whedon y creador de fracasos de culto como “Jake 2.0” o “Profit”. Aunque Greenwalt tuvo que abandonar la producción debido a problemas de salud, fue ese toque a la Angel lo que ha permitido a esta serie sobrevivir. Sobrevivir, de momento aunque, a estas alturas, yo ya no sabría qué hacer sin mi ración semanal de Mick St. John.