El día que conocí al presidente Bartlet
Hace mucho, pero que mucho tiempo, tanto que me asusta, una servidora era becaria de producción de un programa debate en TV3. El día de mi primer programa coincidía con el Festival de Sitges, así que los chicos de producción se las arreglaron para llevar al directo a Martin Sheen, que andaba por ahí promocionando Spawn, y es así como conseguí esta postal firmada por el que que dos años después se convertiría en el presidente más pirulacho de los estados juntitos.
Reconozco que la he tenido lustros apilada en el fondo de una de esas cajas donde los trastos se convierten en recuerdos… hasta hace unos días. Al recuperarla, recordé también algo de la corta, y probablemente estúpida, conversación que tuve con Martin. Digo estúpida porque seguro que me quedé pasmada y con la risa tonta mientras el pobre Martin me explicaba que le gustaba mucho mi nombre y le molaba mazo también la montaña de Montserrat. Me diréis si no podría haber sacado más partido del asunto, pero era joven, vivía en la parra y para mí el señor Sheen era poco más que ese tío que salía en Apocalypse Now.
Después supe que Mr. Sheen nació llamándose Ramón Gerardo Antonio Estévez, que para algo su padre era de la mismísima Pontevedra. Años más tarde se puso su nombre artístico en honor al primer telepredicador de la historia, Fulton J. Sheen. Precisamente fue este apego suyo a sectores católicos socialmente comprometidos lo que le llevó a convertirse en un inquieto activista político liberal.
El tío lleva años defendiendo sus causas y sus cosas, pero la zapatiesta mediática se armó cuando, interpretando al presidente Bartlet, Sheen se colocó claramente en el bando de los que se oponían a la guerra de Iraq. El éxito de West Wing y la influencia que ejercía se tradujo hasta en debates en los que se planteaba que Bartlet sí hubiera estado a favor de la guerra. Hubo que recordarles que, aunque West Wing se inspiraba, para muchos de sus argumentos, en titulares de ayer y de hoy, no dejaba de ser una historia ficticia de personas entrañables que trabajan en la Casa Blanca.
Claro que el carisma del presidente Bartlet, alimentado por el talento de Sheen, ha llegado tan lejos que incluso han planteado a Martin que se meta en política de altos vuelos. Afortunadamente, nuestro presidente preferido es un hombre cabal al que no le importa reconocer que no está cualificado para eso, pero la sombra de Bartlet es muy, pero que muy alargada y a Sheen, que nunca fue a la universidad, también le ha entrado el gusanillo de las letras. Supongo que interpretar durante siete temporadas a uno de los hombres más inteligentes del mundo mundial te convierte en una de esas pocas personas que puede soltar lo de “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes” sin esperar que se ponga a levitar o mueva las orejas.