New York, New York
Los Carrington y los Colby (Dinastía) nos llegaron desde Denver con el culo bien pegado a un pozo de petróleo. Los Ewing hicieron lo propio, pero desde Dallas. Angela Channing (Falcon Crest), mucho más inteligente y perversa que todos los Ewing juntos, debió decidir que lo del oro negro era una vulgaridad, y se largó a la soleada California para producir todo el vino que Sue Ellen pudiera beberse. Allí quizás conoció un buen montón de diversos ricachos célebres, ya fueran actores, hijos de actores, amigos de actores, agentes o traficantes que la televisión ha tenido a bien presentarnos a lo largo de los años.
Durante los últimos tiempos, sin embargo, parece que para ser un ricacho que se precie tienes que trasladarte a New York. El petróleo ya no se lleva y, no nos engañemos, los actores serán estrellas, pero no mueven el cotarro. Ahora se llevan los ricachos poderosos económica, política y socialmente. Si pretendes ser uno de ellos, o vives en New York, o ya puedes ir y volver de Lourdes a la pata coja quince veces, que no tienes nada que hacer.
Llevo meses rodeada de series en las que el New York brillante, glamuroso y opulento es casi un personaje más. Me resulta difícil imaginar que los Darling (Dirty Sexy Money) puedan vivir en otro sitio que no sea la gran manzana, y más aún ubicar a Blair Waldorf (Gossip Girl) demasiado alejada de la 5ª Avenida. Patty Hewes (Damages) no sería la Patty que tanto me aterroriza si viviera en una mansión sin puertas en Los Angeles, e incluso los Meade (Ugly Betty) deben lo que son a la ciudad de los rascacielos.
Se unen al grupo de triunfadores neoyorkinos las chicas de las dos series clónicas de la temporada: Cashmere Mafia y Lipstick Jungle. Nos hacían tanta falta ambas series como otra temporada de Smallville, pero oye, con Cashmere Mafia al final puedes pillarte una buena turca jugando a beberte una caña cada vez que Lucy Liu aparece con un vestido horrendo o siempre que a alguien le falla la niñera. Con Bonnie Somerville lo mejor es emborracharse cada vez que aparece. A Lipstick Jungle le tengo más cariño, pero me preocupa la manía de Brooke Shields de llevar siempre tantos bolsos (enormes) a la vez.
Que me disperso. New York no necesita promoción alguna. Es capital de las finanzas, de la moda, del mundo editorial y quién sabe de cuántas cosas más. Lo que no te encuentras en GAP, pero te enseña la tele, es la vida de la élite neoyorquina que controla tanta capitalidad. Ya conocíamos el New York fraternal, algo loco y siempre cambiante de las sit-coms, el New York oscuro de esas series de policías con cantidad de problemas e incluso el New York de Felicity.
Sabíamos que existía, pero esta temporada ha entrado por la puerta grande el New York del lujo y la opulencia, dando paso a estas series fantásticas que solo se pueden hacer allí (y no al otro lado del océano) por una razón muy simple: intentaremos emular Las Vegas en Los Monegros, pero nunca, nunca, nunca tendremos un New York.