Fama, edición grupos
Este post es de esos que probablemente sólo me va a interesar a mí, pero ahora que esta última edición de Fama, a bailar ha finalizado, nunca está de más hacer una reflexión.
Antes de finalizar la segunda temporada de Fama, me comentaron que Cuatro estaba preparando algo con los alumnos de la primera edición, pero la verdad es que no me esperaba que les fuesen a hacer competir en grupos. Básicamente porque un reality tiene un gran componente de identificación personal de la audiencia con un sujeto y, claro, identificarse con todo un grupo es mucho más difícil. Y tienes muchísimas más probabilidades de más de un miembro de caiga mal.
La idea de Cuatro era aprovechar el tirón del concurso y no dejar que la audiencia respirase ni un día. Ese, por supuesto fue su primer error, pues creo que el golpe de efecto hubiese sido mayor si hubiesen dejado descansar a los bailarines un pelín y después hubiesen atacado a la audiencia con el bombazo de que las super stars de la primera edición volvían a la televisión. Precipitación, amigos. Pero no olvidemos que los realities de Cuatro siguen siendo muy de andar por casa y aún no son capaces de calibrar lo que da audiencia y lo que la quita. Eso sí, para nada estoy de acuerdo con los que dicen que esta edición grupal no era necesaria, porque, qué queréis que os diga, yo soy de las fansfatales que le ha gustado ver cómo volvían a la escuela los antiguos alumnos.
Al principio el “efecto Vicky” nos hizo pensar que la ganadora de la primera edición lo tenía todo ganado, pero a ver que en su grupo le ponían el paquete de Sara y sus boom-boom, el sueño se fue deshinchando. Y aunque la nueva estrategia de que eran ellos mismos quienes iban a nominar al rival más débil dentro de su grupo me asustó, con el tiempo fui viendo que muchas de las nuevas adiciones eran mucho mejores que los que se iban. Por supuesto, la que me hizo más ilusión fue cuando el público echó a Susana (personaje que detesto) para que dejase su lugar a Lorena (a quien adoro). Gracias al cielo, ganaron los Lirical Hops, grupo formado por Juan Carlos (grande), Lorena, Hugo, Carol y Karel. Supongo que no sólo ganaron por ser los mejores bailarines, sino por ser los más mediáticos. Y es que no habíamos tenido en cuenta en “efecto Hugo”, ultra popular entre las lectoras de Super Pop y fans de la olvidada 18.
No voy ni a comentar los nombres que eligieron para bautizar a cada grupo, porque son para mear y no echar gota y necesitaría otro post entero para meta-analizarlos. Sólo deciros que ellos mismo pintaron sus sábanas banderas de guerra. Como os he dicho antes, en Fama todo sigue siendo muy de andar por casa. Y es que ni han aprovechado la extraña ausencia del pirado de Rafa Méndez, que está claro que no es tan sonado como el despido de Risto Mejide en OT, pero sin las cacas frías de paloma, el programa pierde bastante. Para qué nos vamos a engañar. Si hasta cuando saltó la noticia de la extraña muerte del bailarín Adrián Guerrero, el homenaje les quedó descafeinado.
Está claro que los pobres no saben identificar un buen momento televisivo ni cuando se lo ponen en bandeja. Es triste, pero es así. No explotan suficiente cuando se forma una pareja dentro del programa, no le dan suficiente énfasis a las broncas malvadas a un bailarín y no son capaces a aprovechar la gloria de los ganadores. Son tan cutres, porque eso no tiene otro nombre, que en el momento culminante que van a anunciar los ganadores parten la pantalla para empezar a poner los títulos de crédito. Si se despistan, no sabemos ni quién ha ganado. Supongo que esta gente desconoce que lo que le da morbo al público es ver las reacciones de los ganadores y los caretos que se les quedan a los perdedores.
Supongo que después de todas las críticas recibidas y la descafeinadísima gran final que improvisaron, no se les volverá a ocurrir hacer otra edición de grupos, muy a mi pesar. Porque a mí Paula Vázquez me cae bien y me encanta ver a la gente bailar mientras se aman, se odian y dicen chorradas. Porque yo disfruto de estas cosas, oigan.