¿Cuál de vosotras tres zorras es mi madre?

Estoy hasta las narices de adolescentes embarazadas, que últimamente te pones a ver la tele y ahí tienes un predictor chorreando agüita amarilla de alguna menor. Lo de El Pacto ya fue el remate. No una, sino tropecientas niñas tomando ácido fólico. Lo peor es que a la media hora de conocer a las susodichas pierdes toda confianza en que el pacto famoso tenga el más mínimo sentido. Y no te equivocas. Espero que los de Lifetime se lo hayan currado más, que yo ya estoy a punto de pillar manía retroactiva a Juno, o muchísimo peor, a Lorelai Gilmore.

Lace

Miraba El Pacto y pensaba que el secreto, fuera el que fuera, apestaba. Pactos a mí, que ya he probado las mieles de una buena mentira colectiva! Me refiero a Lace, claro, una de esas joyas de la televisión barroca hecha miniserie, donde la mentira era mucho más intersante:

Tres niñas-bien de un internado en los alpes suizos durante 1960 (todo tan bonito que casi esperas que de un momento a otro los von Trapp crucen la frontera cantando Climb every Mountain). Una de ellas se queda embarazada, pero no confiesan quién, que para algo son los pactos. Chantajean al director para que no las expulse (que las muy arpías apuntan maneras) y con la ayuda de la tía de una de ellas consiguen ocultarse hasta que nace la niña, a la que dan en acogida. Prometen volver a buscarla en cuanto puedan, pero evidentemente acaban pasando de todo. A los pocos años reciben la noticia de que la niña y los padres de acogida han muerto (muy oportuno, claro que sí). Su amistad se degrada, porque estas cosas pasan, y con los años se convierten en verdaderas extrañas.

Pero la niña no ha muerto (¡cómo iba a morir, por dios!). 20 años después es Lili, una estrella del cine con un pasado difícil de actriz porno y altas dosis de resentimiento hacia la madre que la abandonó. Como ahora la niña tiene dinero, se paga una investigación y acaba dando con las tres futuribles, que se han aposentado bastante bien en la sociedad (recordemos que apuntaban maneras). Lili, que tiene buen fondo pero en la superficie es más puta que las gallinas, utiliza su dinero, su fama y sus tetas para manipular a las tres del pacto y obligarlas a confesar. Y en este punto tenemos una de las escenas más fantasbulosas de la histora de la tele, cuando las reúne y les pregunta:

Incidentaly, which one of you bitches is my mother?

Lace se emitió en 1984, pocos meses antes del estreno de Gremlins, cuando Phoebe Cates comenzaba a ser una Teen Star (y en eso se quedó, me temo). Las supuestas madres (que ni de coña os digo quién es la verdadera) son Bess Armstrong, Brooke Adams y Arielle Dombasle. Y mención especial a la tía rica, la siempre grande Angela Lansbury.

Basada en una novela de Shirley Conran, Lace es todo folletín, con sus lujos ochenteros que incluyen un príncipe árabe con palacio y todo. Menudo derroche. La miniserie acaba con la revelación de la identidad de la verdadera madre, pero siguen liándola en una segunda parte estrenada en 1985 donde, efectivamente, lo que toca buscar es al padre. Como suele pasar, la secuela es bastante demencial. Ah, by the way, el título es Lace porque el trío fantástico oculta el nombre de la verdadera madre bajo Lucinda Lace, la protagonista de un folletín al que están enganchadas. Muy grande.

Por si os han venido ganas, ahí os dejo con la primera parte (de 25 en que la han dividido en YouTube). Enjoy!