Pinículas fantasbulosas: Crueles intenciones
Uhmmm… sip, sé perfectamente que Crueles intenciones más que fantasbulosa es apestosa, y lo peor es que ni siquiera en esa apestosez radica su encanto.
Vaya por delante que no me rasgo las vestiduras ante una adaptación cutrerna (véase cutre+moderna) de Las Amistades Peligrosas, por mí como si todo el equipo de Dollhouse decide reinventar Lo que el viento se llevó. Pero la cuestión es que Crueles intenciones es un despropósito guarrillo de principio a fin, y aún así (o por eso) la adolescente sin miramientos que llevo dentro la ama.
Corría el año 1999 y Ryan Phillippe casi estaba de moda después de cualquier cosa que se supone que hiciera en 54, por lo que alguien decidió darle el papel de trajinador oficial del upper west, o east, o ambos. En fin.
Sarah Michelle Gellar ya hacía más de un año que iba por ahí cazando vampiros, y seguramente el mismo lumbreras del párrafo anterior pensó que podría aprovechar su popularidad y habilidad con las estacas para convertirla en la bitch oficial del upper west, o east, o ambos. Lo bueno, para ella, es que Ryan Phillipe y Selma Blair son tan patéticos que hasta parece que lo hace un poco bien.
Nos falta la novia de america, Reese Whitherspoon, que aún no lo era en esa época, pero ya apuntaba maneras. La pobre rubia se convierte en la víctima de Ryan Valmont Phillippe, cuyo objetivo del mes es desvirgarla y ganar algún tipo de apuesta con su hermanastra puta, la de las estacas. Ya sabemos lo que pasa por el camino.
Pero el desfile de jóvenes supuestamente guaposos no acaba aquí, aunque Joshua Jackson por aquel entonces no se marcaba su encanto actual, por mucho que ya se hubiera beneficiado a su profesora en el Capeside High School. Además, por mucho que a estos chicos les salga la pasta por las orejas, todos sabemos que teñirse de rubio es de ser muy garrulo. Ah! Y Eric Mabius ni era guaposo entonces ni lo es ahora, por cierto.
Mención especial a Sean Patrick Thomas, que me ha hecho recordar que Save the last dance tendrá que caer pronto en esta sección, y a Christine Baransky, que creo que ha nacido para interpretar mujeres maduras ricachas.
Por supuesto, aunque el mundo no lo necesitaba, hicieron dos partes más, totalmente apestosas que, por si alguien lo dudaba, no he podido evitar ver, así que vosotros ya no tenéis que pasar por eso, a no ser que queráis que Amy Adams y Robin Dunne os expliquen el origen del Valmont newyorker en Cruel Intentions 2, y Kerr Smith no haga nada más que enseñar musculito en Cruel Intentions 3.
Ah, by the way, si alguien, por los engaños del recuerdo, ha vislumbrado algo de Gossip Girl en todo este desaguisado, que sepa que Crueles intenciones la pone en un pedestal de las proporciones del mismísmo edificio Dakota. Sed felices.