La zorrita que llegó a primera dama (y cantando)
Y es que cuanto más miro Grease, más me convenzo de que los verdaderos protagonistas son Rizzo y Kenickie. Por lo menos Rizzo, en fin.
Lo que sí que no me podréis discutir es que cada vez es más difícil llenar una sala de cine, a pesar de que te dejen comer nachos con queso transgénico y mantequilla con palomitas, incluso a pesar de que te den unas gafas para que te parezca que los primeros planos te van a tocar los morros.
Otra opción, para mí mucho más apetecible (y seguramente la culpa la tiene mi madre, que se cayó de un burro estando embarazada) es dejarte cantar y gritar en el cine. Lo que viene siendo un sing-a-long, vaya.
Lo del sing-a-long de Grease no es nada nuevo, The Sound of Music (entre otras, echad un vistazo al singalonga) lleva años proyectándose dejando que la audiencia cante con los Von Trapp e insulte a los nazis. También tenemos todos en la cabeza el fenómeno The Rocky Horror (picture o no) Show (aunque algún despistado habrá por ahí que no haya caído de la parra hasta que los chicos de Glee anunciaron que harían un The Rocky Horror Gleeshow), y si nos televisizamos más, recordaréis el efímero éxito de las proyecciones de Once More, With Feeling, con los fans acudiendo disfrazados de vampiros o cazadores. Que sí, que es muy friqui, pero triunfaron como la coca cola hasta que los chicos de Fox les cerraron el chiringuito. Ya se sabe, Fox y sus decisiones.
A juzgar por cómo estaba la sala del Grease sing-a-long, está claro que lo de ponerse a cantar entre palomita y palomita es algo que tira, y mola mucho, para qué negarlo. También mola mucho poder jalear (creo que es la primera vez que uso esta palabra) a Danny Zuko cuando aparece por primera vez en el instituto, aplaudir como una posesa después de las actuaciones o unirse a los Ohhhhh generales ante las desventuras de Rizzo y su fantástica There are worst things I could do.
Ojo que los subtítulos no tienen desperdicio
Y es que, repito, la historia de Rizzo y Kenickie es mucho más emocionante. Vale que la película casi se hizo a medida de John Travolta, y vale que la rubia tiene los mejores números musicales, pero recordemos que el coche ultramático es de Kenickie, aunque al final lo conduzca Danny, porque el destino es así de cabroncete (y porque Danny es el protagonista, claro).
Kenickie, bueno, en realidad Jeff Conaway, interpretaba a Danny en el musical. Travolta, lo que son las cosas, tuvo un papel bastante, bastante secundario. Lo dicho, el destino y sus cabronadas.
Y luego está Rizzo, o la inigualable Stockard Channing, estupendísima en todos y cada uno de los planos que tiene, por no hablar de las perlitas que suelta. Bueno, en general, los diálogos no tienen desperdicio, a veces me olvido de lo punkis que son en esta peli.
Creo que Sandy está ahí porque la han puesto, pero Rizzo está ahí porque es el alma. Y punto. Hasta en la escena con Frankie Avalon, cantando Beauty School Drop out, está genial. Ah! Y los chupetones que llevaba (no en esa escena, de hecho) eran de verdad, perpetrados por el mismísimo Kenickie, que lo sepáis. El director se empeñó en que fuera así. Oye, que a mi se me antoja algo enfermizo, existiendo maquillaje, pero no me inmiscuiré en el trabajo de cada uno.
Y ya acabo, deseando que el mundo tal y como lo conocemos se ponga del revés y nos traigan aquí la versión sing-a-long y no tengamos que cruzar un océano para verla. Claro que con el panorama que tenemos será más probable que acabemos todos cantando Tómbola, que oye, también me parece bien.
Enjoy!
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