De galas, del público que asiste a ellas y otras tonterías
Lo de ayer con OT fue un epic fail en toda regla, y no me refiero solamente a los diversos mamporrazos físicos acaecidos durante la gala.
Me importa tres pimientos cómo interpreten unos y otros las audiencias (más bien bajuchas), no me voy a meter con Pilar Rubio (porque si queréis la comparamos con Carlos Lozano en la primera edición y nos partimos la caja todos un rato) y ni siquiera voy a entrar en cómo iban peinados, en cómo iban vestidos o lo mal que cantaron (por los nervios, claro).
La perra del infierno con twitter que llevo dentro se congratula de que esto sea así.
Lo del jurado es otra cosa.
Y no solamente porque en vez de un jurado eso pareciese un consejo gris de garrafón. Tanto paternalismo mal llevado (y otras estupideces varias que salieron de esa mesa adornada con verde fosforito) ya me estaba provocando una úlcera, pero que alargaran toda esa mierda (lo siento, pero aún estoy enfadada) hasta el infinito, nominando, renominando y adoctrinando con su inabarcable sabiduría, ya era way-too-much.
Y entonces, cuando la ira era tan enormísima que ríete tú de Voldemort cuando le quitan la merienda, me pasé a la alfombra roja de los globitos dorados.
Lo malo es que había incautas personas atrapadas en el plató de OT, aguantando mecha, y sin un Bruce Willis que las sacase de allí. Y si las cosas no han cambiado respecto al año pasado, os aseguro que las pausas y la espera en general, cuando llevas más de dos horas de gala, son el puto infierno.
Gente feliz, en algún lugar de los estados juntitos
Porque la otra es que por aquí, con esa idea cutre que muchas veces tenemos del espectáculo, no hemos asimilado la importancia del warm-up guy, ese tío cuya misión es entretener y motivar al público antes de la grabación y durante las pausas, hacerlo feliz y conseguir que las personas ahí sentadas saquen sus mejores risas durante la grabación, y que piensen que son las personas más afortunadas del universo por estar ahí en ese momento formando parte de esa historia… y que no estén deseando que la gala de las narices se acabe para salir por piernas.
En serio, os aseguro que el warm-up guy de un puñenero programa de marujas como es el Martha Stewart Show sería capaz de conseguir que el público de OT se pusiese a cantar todo el repertorio de Chenoa a la pata coja y a grito pelado y, con lo que duran las pausas, también el de Bisbal. Lástima que no hubiera tenido uno en casa.
By The Way, Geno? Seriously?