La venganza de Amanda Clarke
A veces me pasa que hablo antes de las cosas que me dan asco que de las cosas que me gustan. Soy así de enferma. Y supongo que es por eso que todavía no os he hablado de mi amor incondicional por Revenge, en mi opinión, el estreno de la temporada. Revenge es una serie como las de antes, en el mejor de los sentidos. Un culebrón con todas las modernidades de hoy en día, pero con todas las maravillosas idas de olla que nos enseñaron los buenos culebrones de antaño. Y, lo mejor de todo, es que no se arrepiente de ellos. Revenge abraza su cuitreidad. Y por ello, debemos amarla.
Lo primero que oímos al empezar la serie es la voz en off de Amanda Clarke/Emily Thorne explicando de qué va a ir la serie:
«Para los verdaderamente heridos, la auténtica satisfacción sólo se puede encontrar en uno de dos lugares: el perdón absoluto o la venganza mortal Esta no es una historia sobre el perdón.»
¡ZAS! Para que no haya dudas. No me digáis que no es un planteamiento maravilloso. A partir de aquí, en Revenge tenemos todos los tópicos que hacen grande una serie de este tipo: caídas por el balcón, convenientes amnesias, identidades robadas, amantes bandidos, sonrisas falsas y miradas desafiantes. Y de eso, las protagonistas de Revenge saben mucho. Emily VanCamp y Madeleine Stowe son unas profesionales de sonreír y hacer que se hielen los infiernos. Y cuando Emily VanCamp mira con esa profundidad de “Mi nombre es Iñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir” te haces caca encima.
Porque una de las cosas que más me gustan de Revenge es que casi todos los personajes de la serie son malos. Y los que son buenos, tienden a ser aburridos y sobrantes (véase Charlotte y Declan, aunque siempre hay esperanza). Y lo mejor de todo es que la protagonista no es buena. Porque, reconozcámoslo, aunque Amanda/Emily tenga un motivo (lo de su padre fue una jodienda en toda regla), le da más bien igual que la gente muera a su paso. Quizá ella no apriete el gatillo, pero pagará a alguien para que lo haga. Y eso la hace grande. Y nosotros la aplaudiremos por ello, porque los demás son sanguijuelas que merecen ser aplastadas.
Como Tyler (Ashton Holmes), uno de los seres más repugnantes de los Hamptons, que ha sido capaz de quedarse conmigo más de una y de dos veces. La más sonada, por supuesto, el día que decidió enrollarse con Nolan y convertir a un personaje molesto en una maravilla misteriosa. Está claro que esta especie de Mr. Ripley está intentando robarle la vida a Daniel, pero se ha topado con Amanda y sus planes para echar la casa abajo. Pero no es el único enano que le está creciendo a nuestra amada vengadora, porque hoy en día, uno ya no se puede fiar de nadie, ni de su supuesta mejor amiga (con su molesto acento falso y sus horribles cejas) y, ni mucho menos de la kinki a quien le compró el nombre. La auténtica Emily Thorne, que ahora encima, le quiere robar a uno de sus machos.
La serie empieza con lo que parece ser la muerte de Daniel Grayson, pero conforme van pasando los capítulos tengo más dudas sobre la identidad de ese cadáver. Mike Kelley confirmó que a mitad de temporada sabríamos quién es el asesino y que la segunda mitad de la temporada se centraría en el juicio del asesino. Pero vaya, que cualquier cosa que hagan, yo me la tragaré. Porque ya soy adicta a la serie y sus locuras, a los flashbacks de Amanda con pelucas negras imposibles, a su pasado a lo Kill Bill y a la grandísima CCH Pounder, que espero que salga muchas veces más dando caña. Y, en una serie como esta con tantos personajes desequilibrados, las posibilidades son infinitas. De hecho, corre el rumor que la temporada que viene, Revenge se traslada de Los Hamptons a Nueva York, porque la temporada estival no es eterna y, total, Nueva York está a tiro de piedra. Lo único que les pido para el futuro es un poco de renovación machil, porque Joshua Bowman es mercancía dañada después de enrollarse con Amy Winehouse y Miley Cyrus y a Nick Wechsler le falta un metro y un poco más de sangre en las venas para ser macho alfa. Connor Paolo y Gabriel Mann no cuentan.
Y es que Revenge, amigos, si todo va bien puede durar años, ya que a Amanda todavía le queda mucha gente a la que tachar en su foto de venganza. Y yo no apostaría nada a que su padre esté realmente muerto. Porque James Tupper mola bastante y porque en un culebrón de los buenos, nadie está muerto hasta que no hayamos visto su cadáver enterrado. Y, a veces, ni así, porque si el Dr. Drake Ramoray recibió un transplante de cerebro de la fallecida Jessica Lockhart y pudo volver a la vida en Los días de nuestra vida, David Clarke puede volver de entre los muertos sin problemas.
[related-posts]