Desafío Extremo (Jesús Calleja version)
Yo, que soy un poco de hacer lo que me da la gana y ponerme el mundo por montera, cuando Cuatro empezó a promocionar Desafío Extremo: con Jesús Calleja (así lo decían ellos, del tirón), pensaba: Y, ¿quién narices es Jesús Calleja? Me daba la sensación que nos lo querían vender como el aventurero más grande de España como un día decidieron hacernos creer que a Los Vivancos los conocía alguien más que la churrera de su pueblo antes de salir en Fama. Total, que pasé. Craso error.
Y, ¿quién narices es Jesús Calleja? Pues un crack, una especie de Pocholo de la montaña que se ha propuesto visitar las cimas más altas de cada continente y otros lugares peculiares a los que a él le apetece ir. Desde el Everest, al McKinley, pasando por el Polo Norte o el Rally de los Faraones. Sí, también le gustan las motos. En apariencia, este programa no parece muy distinto a los reportajes a los que La2 nos tiene acostumbrados en nuestras siestas, pero el morro que le echa a la vida Jesús Calleja hace que este programa sea fresco, divertido y hasta instructivo.
Jesús tiene la habilidad de enseñarte la verdadera montaña, la montaña que nos encontraríamos nosotros si un día decidiésemos subir el Kilimanjaro. Siendo mi caso, “yo os espero en el bar (mandinga) de abajo mientras vosotros subís el Kilimanjaro”. Vemos realmente qué material se necesita, cuánta (cuantísima) pasta se tiene que desembolsar para vivir estas aventuras y cómo se siente de verdad la gente que se enfrenta a estos retos. Claro que Jesús es capaz de contarte todo esto mientras está consiguiendo un arco perfecto de su orina, con viento a favor. Y cuando crees que ya no se puede superar, se va al Polo Norte y cámara en mano nos ilustra sobre las artes defecatorias a 35º bajo cero.
Otro de los misterios del programa es cómo puede ser que nadie le haya partido la cara todavía a Jesús. Desde reírse en la cara de unos irlandeses en el Elbrus (y del hombre que escalaba en chanclas), a insultar al típico yanki cachas en el McKinley, a liarla en las calles de Katmandú y repartir chorizo de su pueblo ahí donde vaya. Jesús Calleja es un cachondo, y el claro ejemplo de “quien no llora no mama” porque, con todo su jeto, este pequeño leonés ha conseguido que Cuatro y otros mecenas de la aventura, le sufraguen sus caprichitos. Y, oye, por muchos años.