V.C. Andrews y el encanto de un buen culebrón
Este post va a empezar con un “yo confieso que de pequeña leía a V.C. Andrews”. ¿Alguien más o era la única? No me culpéis, llega un momento en que los libros de Santa Clara o Puck no llegaban a saciar las necesidades de morbo diarias que tampoco cubrían los escasos capítulos que pillaba de Dinastía, Dallas o Santa Barbara en época escolar. La consecuencia, que en mi colegio se pusieron de moda esos libros de V.C. Andrews que narraban historias dignas del más corrosivo y retorcido telefilm de domingo por la tarde. Estoy hablando de “Flores en el ático”, “Pétalos al viento”, “Si hubiera espinas”, “Semillas del ayer” y un último “Jardín sombrío” que se adentraba en los orígenes turbios de la historia. Casi nada. Y nosotras disfrutando como enanas.
A mis trece años, devorando novelas en las que el incesto, los maltratos y el asesinato eran tan normales como para Harry Potter hacerse invisible, convertía esos libros gordotes en historias televisadas imaginándome con qué planos acabarían los capítulos, qué actrices encarnarían a los personajes o qué músicas pondría en cada momento. No creo que mi imaginación volara a lugares demasiado sofisticados o sutiles, y menos teniendo en cuenta que mis referentes romanticonescos eran cosas como Retorno a Edén, pero tenía una imagen tan clara de cómo debían ser los espacios que casi pierdo toda mi fe teligiosa que aún no sabía que tenía cuando vi la adaptación que hicieron de “Flores en el ático”. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué hicieron una película de mierda pudiéndose regodear en el fantástico mundo del culebrón televisivo, o mejor, en el extraordinario mundo de la siempre rancia miniserie de segunda?
Pero ahí van los chicos de Lifetime, reyes del melodrama, decididos a enmendar agravios produciendo otra de las demasiado extensas colecciones de VC Andrews: “The Landry series”. El argumento es tan retorcido que me entra dolor de cabeza, que ya no estoy yo para tanto lío, pero tranquilos, tenemos la dosis necesaria de adulterio, gemelos separados, niños huérfanos hijos biológicos de ricachos, reencuentros, mentiras, secretos y chungueces similares. Espero que Lifetime se porte un poquito bien y nos regale una miniserie que nos haga olvidar afrentas pasadas y nos permita volver a disfrutar de un buen argumento culebronesco, que oye, de vez en cuando, siempre va bien, aunque solamente sea para recordar esos tiempos en que las recién llegadas privadas nos deleitaban con esas miniseries que recuerdo con tanto cariño.