Ugly Betty is my new fashion
Vale, es algo que ya suponía que pasaría, pero he vuelto a tomar demasiado coca-cola (hola, me llamo Montse y soy adicta) y tengo un subidón de narices… eeee sí, vale, lo que suponía que pasaría (si es que me disperso): me declaro fan absoluta de Betty, total e incondicionalmente (hasta nueva orden, que mis lealtades son flexibles).
Y no es que Betty (America Ferrera) me haya ganado a mi, como ha hecho con tropecientosmil más, by the way, es que el resto de personajes, todos y cada uno, se me han metido en el bolsillo. Los pijos bordes ya sabía que me gustarían, que algo arpías sí que somos (nótese el plural), pero es que además estoy comenzando a pensar que Christopher Gorham por fin ha encontrado un papel que se adapta perfectamente a ese aspecto suyo de pardillo presidente del club de las orejeras.
Imbuida del espíritu Betty como estoy, voy a sacar mi perfl pasteloso para afimar que hasta Wilhelmina Slater (Vanessa Williams), truculentamente chunga, es un ser encantador. Pero el honor de ocupar el lugar de preferido en mi lista es para su asistenete Marc (Michael Urie), al que achucharía cada vez que aparece, y eso que también está en el bando de los «malos».
Mucho se habló hace unos meses de la adaptación yanqui de la famosísima original colombiana Yo soy Betty, la fea, pero la verdad es que Ugly Betty está a años luz de su abuela y de sus tías y primas hermanas, no tanto en calidad (que también, y que conste que Yo soy Bea es otra de las que me gustan) como en concepto.
Para comenzar, la emisión no es diaria sino semanal, o lo que es lo mismo: las tramas no se alargan hasta el infinito, los episodios no se producen como churros y, en consecuencia, decorados, montaje y demás no transmiten ese aire de telenovela rancia al que nos tienen demasiado acostumbrados.
Para continuar, aunque la premisa es la misma: chica poco agraciada pero inteligente en un mundo súper ultra mega cool y con un jefe que se beneficiaría a todo bicho viviente menos a ella, el desarrollo nos está llevando por otros derroteros mucho más interesantes: Betty no es, ni mucho menos, inexperta en el amor/sexo. No se enamora de su jefe, Daniel (Eric Mabius), sino de otro mozalbete y, además, su amor es correspondido, mogollón. Se convierte no solo en asistenta sino en amiga de Daniel, quien a su vez reconoce y demuestra que la aprecia y necesita.
En esta versión se ha eliminado la manida trama del jefe cabrón que seduce a la secretaria fea para salvar la empresa, con secretaria ingenua que se deja seducir y posterior transformación de oruga en mariposa. No es que seguramente acaben la serie mostrando lo guapísima que es America Ferrera, pero la verdad es que no haría falta, porque realmente la serie no va de eso, al menos por ahora, y porque la sonrisa metálica de Betty es en sí misma maravillosa.
¿Qué han añadido? Entre otras cosas, el contraste latino que les da bastante juego y que, de paso, refleja una realidad neoyorkina y les permite reirse de/homenajear a los culebrones al uso. También han introducido otras tramas culebronescas que no voy a revelar pero que me han arrancado más de una risa, carcajada, algún ¡venga ya! y bastantes oooooooooh.
Salma Hayek, que produce la serie, junto a otros, se agenció una pequeña trama jugando un papel bastante importante en el crecimiento tanto de Betty como de Daniel. Supongo que la misma Salma se habrá tragado varios culebrones, e incluso participado en alguno, pero ya os he dicho que ellos mismos se ríen de eso, con un castellano algo patillero, eso sí, no hay más que ver la promo para la segunda temporada, que comienza a finales de septiembre.
Si queréis más, pasaros por la web, podréis ver la telenovela a la que está enganchada la familia de Betty, comprar el poncho Guadalajara, regalarme una camiseta de MODE, y un largo etcétera. Como siempre, que la disfrutéis.