OT 2008, ¿Por qué a mí?
Tengo un problema muy serio. Aún no me creo lo que voy a decir, pero creo que este año no voy a ver OT. Por un lado está el hecho de que ya estoy enganchada a Fama, y parece que mi cupo de la telerealidad ya está cubierto. Y por el otro, está el simple motivo de que la gala de la semana pasada fue de lo peor que me he echado a la cara en mucho tiempo.
Sabéis que yo, que soy muy foklrólica, me encanta disfrutar de los cantares del pueblo, pero no puedo sufrir que el programa sea un constante product placement. A Jesús Vázquez sólo le falta aclararnos si usa Hemoal o algún genérico. Que yo ya sé que todo se trata de vender, pero dejadme que me haga la ilusión de que todo es cándido y benévolo. Y de que Rosa de España volverá de entre las sombras para recordarnos que there can be miracles if you believe.
Hoy es la segunda gala y sé que seré incapaz de verla entera, uno porque es más larga que Lo que el viento se llevó y otra porque parece que Gestmusic, los petrodólares que les salen por las orejas no les dejan ver con claridad que la están cagando soberanamente. Evidentemente que tiene gracia que haya un jurado cabrón que sea la voz de la verdad que todo el público (más cabrón todavía) lleva dentro, pero también nos gusta que se apiaden de las personas y se les caiga una lágrimita con la enésima versión del I will survive.
Y lo que me preocupa más de todo, que Àngel Llàcer sea ahora el director de la Academia. Nina se ha desentendido y Kikesito Santander aún se está riendo de nosotros nadando entre dvd’s de Batuka, así que han ascendido al bufón de la corte. Y ni tan solo le han dejado a nuestra adorada Edith Salazar para que acune a los alumnos entre sus maternales pechámenes. Es todo tan exageradamente psicotrópico que hacen que cada vez valore más las galas pachangueras de Fama. Hasta el entusiasmo desmedido de Paula Vázquez empieza a parecerme entrañable.
Sé que a la larga les acabaré cogiendo cariño a los corcursantes y que, seguramente, acabaré alegrándome de que alguien gane. Pero ahora mismo me parecen que toda la chupipandi que han metido ahí dentro se puede dividir en dos grandes grupos: los anodinos y los cholos. Hay una que es tan sumamente chola que se autodenomina la coplera hiphopera. Otra que va de Kelly Taylor por la vida, pero es más Juani que la chacha de Ana y los Siete. Hay dos menores de edad, un chulo taekwondista y hasta más de un gay y una lesbiana. Qué rompedores, ¿no? ¿Cómo cantaban? Ni me acuerdo. Pero si recuerdo que prometían regalar cantidad de cosas a los adolescente aviesos de obtener regalos enviando sms y abriéndose libretas de ahorro a cascoporro.
Bueno, y ahora me voy a ver la gala puesto que hay algo en lo que sí que son pioneros: una chica ha abandonado la academia la primera semana. Claro que el tema es que su abuela se murió justo después de verla actuar en la primera gala. Sin duda me quedo con la frase que la ha dicho una de sus compañeras: Tranquila tía, que no ha sido culpa tuya. No tengo palabras.