Sesión matinal
Las mañanas de los fines de semana se han hecho para desayunar tranquilamente delante de la tele (remítanse al precepto capital del teligioso conocido como gula, y complementado con la pereza -y hasta en ocasiones con la lujuria, pero eso es otra cosa-).
Las opciones son diversas, aunque algo repetitivas en ocasiones. Es un descanso que lleven tiempo sin poner Cazatesorosuente de todo mal (ughh), todo y que últimamente hasta echo de menos una buena dosis de fuente de todo mal junto a mis tostadas con queso… aunque nada que no puedan solucionar los ratitos con Felicity de los que disfruto estos días.
El tema es que las mañanas del fin de semana son, como manda la tradición y desde los tiempos de la bruja Avería, el reino de chiquillos y criaturas varias, especialmente en verano. ¿Vamos, por eso, a apagar la tele? Como diría la Winehouse: no, no, no!
Y es que las series que hacen hoy en día para infantes, prepúberes y protopúberes no tienen desperdicio. Lejos quedaron los tiempos en que nos teníamos que conformar con la azarosa vida de clase media de Vanessa Huxtable. Hoy, la chiquillería tiene series para ellos solos, donde los protagonistas parencen niños renacentistas, que saben hacer de todo vaya… o, como mínimo, saben cantar. Sí, está claro que cantar es básico para triunfar hoy en día. De High School Musical a The Cheetah Girls, pasando por Camp Rock (sí, son películas, pero ya sabéis que no me gusta que me digan lo que no puedo hacer) los chicuelos parecen los niños de la familia Trapp pero con algo de ritmo (cuánto daño ha hecho el singstar). Y pensar que en mi época lo más cercano a un personaje con talento era Carlton y su baile…
La telefic bloggosfere (lo que viene siendo la blogosfera teléfica yanqui) está estos días (algo) revolucionada por las intenciones que dice tener Miley Cyrus de dejar Hannah Montana, super star los fines de semana y fiestas de guardar, y estudiante media los días azules (como Sydney Bristow pero con micrófono, vaya). Ahora que ha sacado un disco fuera de la Hannasfera, la chica debe pensar que ha llegado el momento de pasar página. Pues claro que sí, Miley, me parece muy bien que introduzcas a millones de niños en el duro mundo de las series canceladas, que la vida es dura.
Otra que hace tiempo dejó su serie para triunfar en los escenarios es Hilary Duff, primero la pizpireta Lizzie McGuire y ahora cantante, actriz y diseñadora. Un tópico andante a lo gemelas Olsen. Su frenemy de toda la vida, Lindsay Lohan (frenemistad patrocinada por Aaron Carter), también andaría ahí ahí si no fuese por la vida a lo camión de la basura, pero eso forma parte de su encanto, claro.
A la que sí que no le encuentro encanto, la mire por donde la mire, es a Raven-Symoné. Que muy graciosa la niña cuando no levantaba un palmo del suelo, pero ahora no hay por donde cogerla. La chica va de diva en The Cheetah Girls (canta, por supuesto que también canta), pero a mi me da mucho más miedo que recibir el extracto de la visa, especialmente cuando abre esos ojos que tiene, cosa que no deja de hacer en That’s so Raven porque, atención, tiene visiones sobre el futuro. Demasiado, hasta para ella.
Y me dejo para el final a mi preferida: Ashley Tisdale. Cuando participas en películas apestosas como High School Musical, lo mejor que te puede pasar es hacer de mala. Felicidades Ashley. Además, estás mucho más mona después de tu rinoplastia, no permitas que te digan lo contrario. Ashley (y Brenda Song, claro) son lo único que me hace ver (y disfrutar) The sweet life of Zack and Cody. A Zack y a Cody hay para cerrarles la boca para siempre (con el esparadrapo sobrande de la mimsa operación con Raven), pero Ashley (Maddie, vendedora de chocolatinas) y Brenda (London Tipton, mega pija heredera) están la mar de divertidas. Un placer culpable bastante inconfesable…