Fama, segundo asalto

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¿Aprenderán algún día a hacer fotos de grupo?

No puedo creer que ya haga casi dos meses que está en marcha la nueva edición de Fama ¡a bailar! Y yo todavía no haya dicho nada. Seguro que alguien en algún rincón recóndito de España, o alguien de mi familia, estaba deseando que abordase este tema de interés socio-político nacional. A diferencia de otras segundas ediciones de realities patrios, esta segunda temporada de Fama es muy similar a la anterior, aunque la diferencia principal es que han tenido a bien asegurarse de que todos los chicos que metían en el programa tuviesen más experiencia en el mundo de la danza que aquel día que bailaron en la boda de su prima Antonia, como era el caso de nuestro añorado Marcos.

Pero hay otra cosa en la que esta segunda edición supera a la anterior y es en los modelitos de los concursantes. Porque, como todo el mundo sabe, para hacer algo primero hay que creerselo y no hay nada mejor para ello que disfrazarse. Esta claro que para el mundo de la danza han vuelto los años ’80, porque no hay más que ver los recogidos de pelo laterales, los calentadores y los chándales de tactel (que se sabe que no transpiran). Mi favorita en esto es Marisa, una hortera de tomo y lomo, que ha confesado que no echa los sujetadores a lavar por miedo a que se los pierdan. Aunque también cabe mencionar los peinados que se han hecho muchos de los chicos, rapándose al cero los laterales, que me dan ganas de ir a Madrid para pegarles unas cuantas collejas gritando: ¡Estreno!

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Candidatos firmes a la final

A diferencia del año pasado, que todo el mundo sabía que iba a ganar Vicky o, en su defecto, Quique, este año no tengo nada claro quién va a ganar, básicamente porque aún no hay ninguno que me emocione. Aunque últimamente me están gustando cada vez más Eva y Sergi, que sin hacer mucho ruido se han ido ganando el favor de los profesores y del público. Él me encanta y a ella le estoy empezando a disculpar el desliz que tuvo con el memo de Omar, una suerte de b-boy pasteloso que es lo más baboso que he visto en mucho tiempo. Eva, teniendo novio de toda la vida decidió frotarse un rato con Omar, hasta que este decidió que de quien estaba enamorado era de la pedante de Marisa, con quien no para de llamarse “cuqui”, “caqui” y la madre que parió a la Ramona. Que gente más cansina, por el amor de Eva Nasarre.

Eva y Sergi son unos firmes candidatos para llegar a la final, no sólo por sus artes danzatorias si no también por la estulticia de sus compañeros. Eva, antes de acabar con Sergi, era pareja de Nito, un tonto a las 3 al que le encanta escucharse y abusa de la espuma para rizos perfectos. Pero Nito decidió hacerle la cama y pedir cambio de parejas sin avisar para poder bailar con cuqui-Marisa. Feo. Y los feos el público no los perdona. Pero ya se sabe que todo concurso debe tener sus villanos, y Nito lo hace muy bien. Tan bien como Miguel, la portera de la familia, un tipo que sabe que baila bien y no se ha esforzado mucho más. Básicamente se dedica a criticar al personal (y a su pareja la primera) mientras se fuma unos cigarritos en el patio.

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Siempre hay alguién que te tiene que caer mal

Después están los misterios de siempre, aquella gente a la que echarías a patadas hasta del baile del pueblo, pero no les nominan ni a tiros, como a Erik, el garrulen de los piercings. O a Sara, que me cae bien la mujer, pero desde que Rafa Méndez ha decidido que ella es el ejemplo de lo que él llama “chica boom boom”, la pobre no hace más que mover tetamen arriba y abajo, pero no hay cristo que la nomine. Aunque Sara, pertenece a ese grupo de los conocido como “los que se superan a si mismos” que tanto les gusta a los profesores. Otros miembros de la tribu son Ginés (lo más hot del terruño) y Yure (la machorra reconvertida). Pero para misterio, lo de Muni (el que le mete mano a todo lo que se mueve), que un día le sacaron llorando de la casa por “problemas personales” y ahora le han vuelto a meter sin más explicación. Yo me decanto por que aquella pústula que le salió en la cara, no indicaba nada bueno.

Debo decir que, aunque no me he enganchado tanto como el año pasado, me gusta mucho el nivel de perricerdismo que han conseguido con los concursantes. Porque este año lo que se lleva es el rollo de pedir cambio de parejas a la mínima de cambio. El año pasado, Lorena tuvo que aguantar carros y carretas antes de quitarse al fric de Marcos de encima y este año, si te despistas, tu pareja te da esquinazo porque se piensa que eres un lastre y que, sin ti, se va a convertir en el próximo Nacho Duato. Recordemos que, del año pasado, el que ha tenido más éxito, a parte de Alex que le han enchufado en el programa, es Hugo que lo máximo que ha conseguido es protagonizar 18, el último bodrio de Antena 3.