MI – El fin del disco chino fino filipino
Que un dúo musical formado por un un adulto enclenque y una niña canija triunfase entre los niños españoles allá por los últimos setenta y primeros ochenta es un claro ejemplo de que eran otros tiempos.
Como estrellas mediáticas de la época que eran (por perturbador que pueda parecer) Enrique y Ana se prodigaban ampliamente por los platós de aquella televisión con un canal y medio regalándonos coreografías chuscas que acabábamos reproduciendo como capullos en los festivales de fin de curso. Claro que en algún momento entre el 77 y el 83, Ana dejó de ser una niña y Enrique dejó de ponerse pantalones de cuello alto. Y cuando el dúo dejó de tener puñetera gracia, aún tardaron un tiempo en decidirse a matar a la bestia que nos había traumatizado a golpe de muñecas feas y niñas lloronas.
En la navidad de 1983, Enrique y Ana iban al especial infantil del 123 propagando su separación y generando uno de los más peores momentos inolvidables de mi más tierna infancia.
Todos sabemos cómo ha acabado Enrique del Pozo, haciendo gala del mismo poder de palabra que tenía en aquella época. Que alguien me explique qué quería decir el tío con lo de “seguir trabajando para los niños”. Madre mía. Pero por si a alguien le interesa, Ana parece que estudió algo así como Ingeniería Informática y se olvidó de lo de ser una gran artista dejando los gorgoritos para duchas matutinas y fiestas de guardar.