Pinículas fantasbulosas: A por todas
Adoro las películas de institutos americanos. Son tan imprescindibles en mi vida como el aire o la coca-cola, por lo que hoy se me organiza una fiesta interior viniendo aquí a hablaros de A por todas (Bring it on), esa joya del cheerleaderismo institutil de todos los tiempos.
Por supuesto, una película de institutos americanos sin animadoras es como un frapuccino sin hielo, aunque la mayoría de las veces su única misión (la de las animadoras, no del frapuccino) es trajinarse al quarterback o al geek de turno, depende de la historia, aunque a algunas les da por matar vampiros o hacerse inmortales, qué cosas. Sin embargo, en A por todas, las animadoras son el equipo. Que sí, que por excéntrico que parezca, hay competiciones de animadoras, con sus regionals, sus nationals y sus invitationals si se tercia. Aquí, aquí y aquí tremebundos ejemplos reales. Lo que son las cosas, en mi colegio a lo sumo nos marcábamos una sardanica para final de curso.
Total, que las animadoras del Rancho Carne High School (en serio, es el nombre de instituto más grandioso de la historia) son las absolutas reinas del mambo (go! Toros go!)mientras que los chicos del equipo de futbol apestan tanto que ni el quarterback encuentra pareja para el baile de promoción, pero eso no le importa a nadie. Y ahí tenemos a Torrance (Kirsten Dunst), como flamante rubia nueva capitana y a Missy (Eliza Dushku), como morena pseudo grunge recién llegada.
A mi la Dunst me cae bien, a veces elige de forma incomprensible, pero oye, si hasta me gustó Wimbledon poco más hay que decir. De la Dushku… ay Eliza! Algún día esta chica tendrá que echar la vista atrás y reconocer que el momento en que se plantó el uniformito del Rancho Carne fué el dia en que culminó su carrera. Y después todo se precipitó.
Lo cierto es que Kirsten Dunst está estupenda como rubia-ingenua-de buen corazón que debe tomar decisiones más que difíciles cuando descubre que todas sus coreografías, heredadas de la antigua capitana, en realidad han sido robadas al equipo de un instituto cutroso (la versión East Dillon californiana) capitaneado por Gabrielle Union. Por supuesto, la Union está dispuesta a dar guerra, por lo que los nationals se complican para Rancho Carne. Tuvieron que llevárselas a todas cuatro semanas a un campamento bailongo para que consiguieran saltar un poco. Claro que en las exhibiciones la mayoría eran cheerleaders profesionales (que sí, que los hay, y también becas universitarias para formarlos).
Eso sí, es altamente gamberra, eso lo tiene la película. Parece ser que las escenas del gimnasio se rodaron un colegio religioso y tenían que grabar las escenas más guarrillas rápido e intentando que las monjas no husmearan demasiado. Me divierto sólo con pensarlo. Ah, sí, el chico rarito que al final se queda con la animadora (un clásico que nunca falla) es el hermano de Missy, Jesse Bradford. Muy friqui todo.
A por todas tiene secuelas para aburrir, porque es que aburren, de verdad, aunque una de ellas incluye a la animadora que no se rompe, Hayden Panettiere, a la hermana de Beyoncé, Solange Knowles y hasta a Rihanna. Hay otra en la que salen Cassie Scerbo, la perra del infierno de Make it or Break it y Jennifer Tisdale, hermana mayor de Ashley, pobrecita. En la última secuela, amigos, tenemos a Christina Milian y a Cody Longo, que últimamente no sé que hacemos pero siempre los sacamos, al tío.
Como la historia es así como universal (tipo Romeo y Julieta) e incluye a menudo el componente pobre-rico + asuntos raciales + superación + amor verdadero, es previsible que sigan con las secuelas hasta el infinito y más allá. No pasa nada, peor es que hicieran Baywatch Nights, y el mundo sobrevivió. Siempre podremos seguir viendo A por todas, the first, que es lo que voy a hacer ahora mismo, que sin querer he visto un trozo de Dogville y debo compensar mi espíritu.