V, los visitantes reloaded
Ya sabéis que a mí el tema de los remakes siempre me ha dado miedo. Llamadme pureta, pero soy una persona de costumbres. Así que la idea de un remake de V me asustó, no sólo por el remake en sí, si no también porque V fue una de las series que más marcaron mi infancia por culpa de los cardados, las ratas y las pegatinas de la Tele-Indiscreta. Pero debo confesar que el remake de esta serie me está gustado, pues creo que mis expectativas eran tan bajas que creo que hasta la amo.
Todos los que vimos la serie original en su momento creo que la recordamos mucho más extensa y trepidante de lo que realmente era y, encima, en España V fue más popular que en los propios Estados Unidos. Los malvados visitantes filo-nazis, vestidos con mallas rojas y arrancándose la piel a tiras, nos fascinaron más de lo que jamás lo podrán hacer Morena Baccarin y sus baratos profilácticos. La Anna de Morena, es una lideresa lagarta muy convincente, pero nunca conseguirá el nivel de miedete que me daba Jane Badler y su puterismo lagartil. Diana y Lydia ocuparon mis pesadillas durante mucho tiempo porque, eran tan malignas, que no sólo querían acabar con la raza humana, sino que, además tenían tiempo para una lucha de perras callejeras entre ellas. Para algo los ’80 fueron la época dorada de las tías malas del estilo Alexis Morrell Carrington Colby Dexter Rowan, como bien apunta mi eternamente admirado Julián.
Por supuesto, los medios con los que cuenta la nueva V no tienen nada que ver con los cuatros chavos que se gastó la NBC en la serie original, y la verdad es que la ambientación general está bastante bien. Dejando de lado el parecido de la nave visitante con el Hemisfèric de Valencia (como dice Mrs. MacGuffin) y esa iluminación tan à la Los 4400, marca de la casa Scott Peters. Todo mucho más moderno; todo mucho más mejor, pero yo hecho de menos a Jane Badler, así que espero que aunque sea un cameo cutre, la gran Diana se pase por Nueva York. De hecho, creo que debería ser la líder de la quinta columna, o sea el misterioso John May. Porque os voy a confesar una cosa, a mí, de momento, ni me interesan mucho los lagartos ni las eternas caras de susto de Elisabeth Mitchell. Lo que realmente me enganchó a la serie fue cuando empezaron a hablar de la Quinta Columna, los lagartos disidentes y la gran esperanza de la resistencia.
Tenemos que admitir que la resistencia de la serie original era bastante aburrida y que todos esperabamos ansiosos que nos volviesen a conectar con las historias de los malvados lagartos y nos dejasen de tanto Mike Donovan y compañía. Así que espero que se pongan las pilas y empiecen a darle chicha a Erica Evans y los suyos, que yo ahí veo potencial en que el cura (gran Joel Gretsch) reniegue de sus votos y se lance al amor profano con la Mitchell. Y si el machirulo de la serie original, en mi opinión era Kyle (Jeff Yagher), su relevo lo ha cogido Morris Chestnut, el lagarto disidente y machirulo, amigo de la resistencia y quien seguro nos va a dar más de un disgusto (y alegrías para la vista). Recordemos que el visitante disidente de la original era Robert Englund, así que las mejoras del remake son bastante sustanciales. Y ni tan siquiera voy a perder un minuto de mi vida en hablar del odioso hijo de Erica, que es un pintamonas y lo único que hace es dejar claro que le han contratado por tener pinta de chuletilla tontolaba. Y a Scott Wolf, que es incapaz de interpretar personajes malotes, le perdonaremos por ser miembro del club del síndrome Michael J. Fox.
Tras un piloto un tanto atropellado, donde intentaron resumir en 45 minutos todas las tramas de las mini-series originales (sólo les faltó comerse la cobaya), la serie va cogiendo fuerza poco a poco para, en mi opinión, afianzarse en el tercer capítulo. Y estoy dispuesta hasta a perdonarles todo el rollo meta-realista que se traen y las alegorías que esto está despertando en los críticos, que no paran de hablar de los paralelismos del discurso de los Visitantes con el de la administración Obama. Eso sí, yo creo que no saben lo que han hecho demorando el resto de los episodios hasta abril de 2010. No sé de quién fue la idea peregrina de emitir sólo 4 episodios en otoño y el resto en primavera, pero me parece un error cortar el grifo justo en el momento que habían conseguido retener una buena parte de la audiencia. Esperemos que, para entonces, la gente no haya olvidado lo que realmente nos estaba gustando la serie y tengan que repetir cada dos por tres de qué iban las tramas abiertas en plan modo preescolar-flashforwardiano.