Amarás a tu televisor sobre todas las cosas

La vida está plagada de situaciones espeluznantes que estremecerían al mismísimo Iker Jiménez. Yo misma, sin ir más lejos, he sufrido la reciente defunción, súbita y traumática, tanto de mi televisor como de mi acceso a internet (amigos de Tele2, no tengo palabras para describir vuestra profunda ineptitud) privándome de las dos fuentes principales de acceso a ese maná que otros llaman televisión.

Desamparada, desconcertada, alejada abruptamente del camino televisivo, casi no sabía ni de dónde era ni de dónde venía. Pronto llegó la crisis vital, el vacío existencial y la consiguiente pérdida de fe en los valores tradicionales que me han conducido a convertirme en una teligiosa practicante. Sí, teligiosa, (sobre esta tele levantaré mi iglesia), teligiosa del todo, teligiosa ortodoxa que te cagas.

Ciertamente, mi flamante y recién adquirida fe mola mucho: en verdad que la teligión me ha hecho libre ¡Bienaventurada yo! Y no solo me ha hecho libre, sino también poderosa, ya que he fundado mi propia comunidad (esto es posible porque los teligiosos somos gente de amplias miras que aceptamos y abrazamos diferentes corrientes de visionado, incuso si Ana Obregón anda por ahí) los preceptos de la cual se exponen ampliamente en ByTheWay.tv.

Mi comunidad teligiosa está abierta a nuevos miembros, así que si lo que viene a continuación os parece bien (¿os lo parece?) poneos en contacto conmigo.

Los 7 preceptos capitales

Pereza. Básico para un buen teligioso. Es evidente que siempre se estará mejor viendo la tele que en el gimnasio o trabajando, fregando platos o haciendo la colada. En lo referente a la teligión, la pereza está íntimamente ligada a la gula.

Gula. Imprescindible. ¿Qué sería un episodio de “Las chicas Gilmore” sin un buen trozo de pizza y un bote enorme de helado? ¿Para qué se inventaron si no las palomitas?

Ira. No fomentada pero aceptable y comprensible si se cancela tu serie favorita o si te conviertes en víctima de las torpezas de nuestros programadores.

Soberbia. Tampoco la fomentamos pero no está mal vista. Un ejemplo es la actitud algo voydeguay.tv de varios de nuestros miembros.

Envidia. La envidia es perfectamente habitual y comprensible. Yo envidio a todas y cada una de estas mujeres. Me gustaría ser como ellas, hablar como ellas, pelear como ellas y sonreír como ellas.

Avaricia. En su justa medida es altamente importante para un teligioso. Sin ella, no podríamos acumular y acumular los dvds de nuestras series favoritas, aunque nunca más los vayamos a volver a ver.

Lujuria. La lujuria es aceptada, promovida y aplaudida. Vaya, que ya te voy a decir yo cómo aplaudo si se me planta delante cualquiera de estos machotes.