Stargate Atlantis, hasta el infinito y más allá
Voy a echar de menos Stargate Atlantis, especialmente al doctor Meredith (ja ja) Rodney McKay y las apariciones ocasionales de Samantha Carter. Voy a echar de menos las rastas de Ronon Dex (Jason Momoa, naciste para llevar camisetas sin mangas) e incluso al cara-palo de John Sheppard.
Pero especialmente voy a echar de menos una serie de aventuras espaciales sin demasiadas pretensiones más que entretener a golpe de viaje interestelar, con sus misiones, sus planetas remotos, sus naves enemigas, sus escudos protectores y esas cosas raras que siempre pasan cuando exploras mundos desconocidos. Sin explicaciones, cosas raras que pasan porque sí, porque es otra galaxia, carajo, no una isla perdida con osos polares.
En esta época de eclosión vampírica, también voy a echar de menos a los Wraith, mucho más interesantes que los humanos, ¡dónde va a parar!. Son los vampiros de la Galaxia Pegasus, sin colmillos pero con ventosa chupavidas en la mano. Son los cylon de un mundo sin las 13 Colonias: creados por los buenos, malísimos al principio pero más complejos cuanto más los conoces, con sus propias contradicciones, disputas internas y, eventualmente, capacidad de colaborar con los humanos por un bien común, pero alienígenas feos al fin y al cabo, que esto es el espacio y se tiene que justificar el gasto en maquillaje.
Lejos de la trascendencia que supura Battlestar Galactica (que mola mazo, no lo neguemos) la niña que llevo dentro y que creció viendo capítulos antiguos de Star Trek (porque mi madre me obligaba) siempre necesitará tener a mano carne fresca televisiva de aventuras interestelares donde hay personajes interpretados por muñecajos y tíos con camisetas rojas. Un pedacito de mi vuelve a morir con otra cancelación intergaláctica. Hay películas por venir, así que hasta la próxima.