Downton Abbey: sota, caballo y rey
Parece que el hit de las navidades por aquí cerquita ha sido Downton Abbey, esa serie inglesa de época que no es de la BBC… y no, tampoco está nada mal.
Por lo que he leído por ahí, todos coincidimos: Downton Abbey engancha cosa mala desde el primer momento, básicamente porque juega sus cartas con la misma gracia con la que Maggie Smith jugaría al bridge (aunque fuese en Gosford Park, pero a eso voy más adelante).
Primera carta: comenzar con algo que sentimos cercano, que nos atrae y con lo que empatizamos perfectamente, es decir, el hundimiento del Titanic. Si además resulta que dos de los pasajeros eran los herederos de Downton… ahí ya nos tienen. Luego solamente tienes que rellenarlo todo con algunos topicazos/clichés. Perdón, con elementos con los que el espectador ya está familiarizado, es decir, una vieja matriarca tan maquinadora como afilada es su lengua, una primogénita casi aliviada por la muerte de su prometido, varios pretendientes revoloteando por ahí, una esposa americana ricacha, un nuevo ayuda de cámara del que el resto del servicio desconfía, un par de criados malignosos e intrigantes, otro par altamente reprimidos, la típica niña criada que no sale de la cocina, y los necesarios modernillos que van por ahí hablando de socialismo.
Carta comodín: una ambientación no sé si impecable (los hay que ya recopilan fallos como antenas de tv en los edificios) pero sí tremendamente atractiva. Vaya, que todo es altamente bonito y, por qué no, pintoresco, básicamente en lo que se refiere a las relaciones entre arriba y abajo, y a la recepción de moderneces de la época como el teléfono o la electricidad. Y aquí entra que a veces me chirríen algunas explicaciones que nos dan y que a veces están algo fuera de lugar, como el por qué del planchado de los periódicos. No pasa nada, los ojos me hacen chiribitas con la ambientación en general (y las salidas de Maggie Smith son música para mis oídos) así que puedo olvidarlo fácilmente.
Inevitable compararla con Gosford Park, por lo parecido de la ambientación, el arribibajismo de ambas, y porque comparten guionista (Julian Fellowes), claro que Gosford Park no despliega toda la artillería pesada culebronil con la que nos engancha de buenas a primeras Downton Abbey, pero es que Gosford Park es una película, un bonito cuadro, si queréis, por lo que los mecanismos se alejan bastante del culebrón que es Downton Abbey. Aunque, eso sí, Gosford Park tiene un elemento básico de culebrón del que carece, de momento, Downton Abbey, los que tengáis frescas las dos ya sabréis por dónde voy.
Inevitable compararla también con la nueva versión de Upstairs Downstairs, esta vez sí, de la BBC (emitida los pasados 26, 27 y 28 de diciembre), con la que Downton Abbey ha tenido una especie de pelea de perras (inglesas, pero perras) con acusaciones de plagio incluídas. Pues bien, parece ser que la perra de campo ha ganado a la de ciudad (por lo menos ha tenido más audiencia) y es que, aunque no se emitieron a la vez, Downton Abbey la ha visto más gente, y la verá, que con las cifras en la mano era imposible lanzarse a una segunda temporada. Lo dicho: sota, caballo y rey.
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